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martes, 17 de diciembre de 2013

Navidad, oportuna ocasión para reflexionar


Risas que suenan a canto de violines,
corazones frescos e impetuosos,
de latir vibrante, de sentir inocente,
surcan las escaleras velozmente,
entre franelas, crocs, villela y razo,
reciben el recado del obeso bonachón.


Hogares en donde sobra todo,
excepto el saber dar valor a las cosas.
La abundancia llama al derroche,
la complacencia llama al hastío.
Lo que hoy le trajo alegría a un niño,
mañana es nada y se pierde en el olvido.



A pocos días de Noche Buena, los preparativos empezaron y nos encontramos ocupados por agasajar a nuestros seres queridos. Lo cual muchas veces nos lleva a olvidar el verdadero significado de la Navidad, que es recordar la venida de Jesucristo. Lo que significa la Encarnación del Verbo y la Redención de la Humanidad.
Es motivo oportuno para realizar la evaluación de nuestro accionar, interiorizar en lo más profundo de nuestro ser y reconocer en lo que hemos fallado desde la perspectiva cristiana de amor y entrega al prójimo. Y a partir de allí corregir nuestras debilidades.
Muchos discuten sobre el despilfarro y el consumismo, pero olvidan mirar hacia su Yo Interior. Si queremos ver un cambio en la sociedad,
empecemos por cambiar nosotros mismos, pero que ello sea de corazón. De nada valen las acciones humanitarias, ni generosas, si no vienen acompañadas de una verdadera convicción desde los sentimientos. Los actos de ayuda no valen si se hacen por obligación o por quedar bien. Para que sean auténticos, deben estar motivados por el amor, amor por lo que estamos haciendo y hacia quienes va dirigida nuestra ayuda. Así sabremos que con nuestros actos estamos entregando una ofrenda a un Cristo viviente.
Les deseo a todos ustedes, mis apreciados amigos, una Feliz Navidad y  que la paz de espíritu permanezca en su corazón todos los días de su vida.