Contador de Visitas

lunes, 14 de octubre de 2013

Huellas de otra vida


Es indiscutible que el fracaso o la desavenencia en el matrimonio de los padres crea graves heridas en nuestro interior que son difíciles de borrar. Muchos de los problemas que surgen en las relaciones de pareja se deben a inseguridades generadas desde nuestra niñez, adolescencia o juventud. La sensación de abandono, la falta de cariño y atención, es común en personas que no han sido testigos de una relación de crecimiento en el amor entre sus padres.

Todas las épocas han sido difíciles. No se puede hablar de un pasado mejor, porque los matrimonios hayan permanecido unidos "hasta que la muerte los separe". Hemos sufrido una realidad netamente "machista" donde el hombre era la cabeza, el sostén económico y como tal, tenía la supremacía en las decisiones, disponía de su dinero y ostentaba libertad completa para hacer de su vida fuera de casa, un jolgorio. Mientras que la madre vivía sumisa, aceptando la vida que le tocó en suerte. Elevando muchas veces al padre en un pedestal, haciéndolo un ídolo ante los ojos de sus hijos. Cuál sería la sorpresa el día en que la sangre llegaba al río y se descubría que el ídolo tenía pies de barro. Los hijos no entendían cómo era posible que su padre haya sido un completo extraño, capaz de entregar su amor, el que ellos pensaban único e incondicional hacia su madre, a otras mujeres. Esta revelación, sin duda, causó graves conflictos en el ideario de los hijos. La deformación del padre bueno al padre traidor, era difícil de aceptar. Son innumerables las reacciones que ocasionaron en los hijos, dejando heridas y provocando conductas equívocas que a la larga impedirían una relación bien llevada con su pareja. Tenemos hijos con graves casos de promiscuidad, tanto en hombres como en mujeres. Personas que al formalizar una relación crean barreras, para boicotear su propia felicidad por temor al sufrimiento del que fueron testigos en sus padres.

En contrapartida, vemos matrimonios de hombres sumisos, ante mujeres que le exigen trabajar de sol a sol para darle la mayor de las comodidades y diversiones. Otras mujeres viven maldiciendo su suerte por haberse unido a un hombre que no es lo que ellas "se merecían". Todo esto a vista y paciencia de los hijos, fieles testigos del maltrato psicólogico hacia "el hombre de la casa". Dando como resultado, hijos que también buscan ser maltratados y consiguen mujeres dominantes o en reacción por negación, buscan que maltratar a mujeres en venganza a los maltratos recibidos por la madre.

Ninguna época ha sido garantía de felicidad conyugal. En el pasado, se vivía de las apariencias, pero ello conllevaba a la injusticia en la relación de pareja. Se creía que los hijos varones tenían mayor valor que las hijas mujeres, y así se dio este parámetro social durante varias generaciones.

Hoy en día, la mayoría de matrimonios y relaciones conyugales echadas por la borda, son más frecuentes. Vivimos en una sociedad donde la mujer es mucho más independiente, tanto emocional como económicamente, ya no existe el dilema de seguir soportando a un esposo, el que cada día se siente más menoscabado en su hombría y virilidad, ante la arremetida del otrora "sexo débil". Sea cual fuere el problema que los separe, ninguno de los dos está dispuesto a luchar por crecer en el amor. Pero qué podemos esperar ante la falta de tiempo para cubrir los vacíos que la figura del padre o la madre deja en los hijos. Aquellos son los principales modelos del rol que desempeñarán en la vida, tanto social, económica, emocional y espiritualmente.

Estamos formando sociedades enfermas, donde los patrones de unidad familiar y valores humanísticos son casi inexistentes. Factores que dificultan lograr una sociedad sana, donde prime el respeto y la realización de cada ser humano como tal.

Sin embargo, ante este panorama desalentador, no desmayemos, tenemos que seguir luchando por nuestros hijos, hacer de ellos ciudadanos sanos en toda su integridad. Reconocer en lo que fallemos, corregir lo que haya que corregir y ser sus mejores amigos.

https://www.youtube.com/watch?v=q90rEm_JN4s


Amiga, si tú sufres por alguna herida que sólo existe en tu mente, debido a una experiencia dolorosa por la que tuvo que atravesar tu madre. No temas, tu cónyuge no es tu padre, conversa con él, saca a luz lo que te atormenta. Todos tenemos derecho a ser felices y si hemos escogido a una persona para seguir de la mano el mismo sendero, de seguro te corresponderá. Regresa a la época en que sufriste este terrible dolor, esta desilusión, saca la niña que llevas dentro y dale todo el apoyo que ella necesita, que encuentre en ti a su mejor amiga, a su sanadora.

Amigo, si existen huellas de dolor por los conflictos que vivieron tus padres. Encuentra el origen, reconoce el daño que te causa, míralo como el pasado que ya no existe. Ahora te toca vivir a ti con la persona que elegiste, es una persona diferente, una persona que te dará comprensión. Ya no existen obstáculos para ser feliz.


Entiende que cada uno se hace más valioso en la medida que desarrolla la capacidad de discernir y tomar conciencia sobre sus propias debilidades. Recuerda que la batalla más grande que cada uno tiene que librar es consigo mismo.


Les deseo la mayor de las suertes. Dios los Bendiga.